Anna Guarró
Martin Souris es nuestro pequeño ratón de los dientes.
Su magia le permite saber cuándo a un pequeño se le ha caído un diente, para en la madrugada, ir a buscarlo y dejarle un regalito.
Martin vive en El Pueblito en las Montañas, porque es un lugar mágico, en un espacio del tiempo único. Esto permite que, sin importar la hora en el resto del mundo, cuando llegas a El Pueblito, si te toca dormir es de noche y, si te toca trabajar o ir a la escuela, es de día.
Por eso, nuestro pequeño ratoncito nunca tuvo problemas en ir a hacer sus trueques (el trueque es cuando cambias algo por otra cosa… ¡qué bonita palabra y hermoso significado!), pero lleva una semana que algo sucede cuando regresa a casa, no llega directo a la cama para descansar, si no que regresa de día, a la escuela… ¡sin haber dormido nada!
Como les contaba, el tiempo en El Pueblito en las Montañas se mueve diferente. Es como si estuviera en una burbuja y, los personajes que viven ahí son los únicos que pueden entrar o salir. ¿Quieren saber el secreto?
Todo comenzó cuando una familia de osos que vivía en La cima de las Montañas, decidió bajar a vivir al Valle (así se llama el terreno más o menos plano que hay entre las montañas). Ellos eran los antepasados de Kei Beary y, fueron los fundadores de El Pueblito en las Montañas. No les puedo contar cómo, porque ellos no me lo han dicho, pero, fueron los que lograron hacer la burbuja que cubre a todo el pueblo.
A pesar de estar muy cansado, Martin seguía haciendo sus trueques, porque… ¿qué culpa tienen los pequeños? Pero nuestro pequeño amiguito ya no podía más, se quedaba dormido en todas partes: en clases (la verdad, todos lo hemos hecho alguna vez), en recreo, al hacer la tarea, una vez se quedó dormido al estar comiendo y, ¡su cabeza cayó en la sopa! Ya no podía más.
Se acordó que todos, toditos, todos, decían que Kei Beary siempre dormía muy bien. Fue a pedir su ayuda.
Kei le preguntó si cuando salía, llevaba su estrella.
¡Por lo visto hoy les estoy contando muchos secretos!
Todos los que vivían en El Pueblito en las Montañas recibían una estrella de manos de un Beary. No importaba si habías nacido ahí o, te habías mudado. Siempre pensaron que era un regalo de bienvenida y, lo guardaban con mucho cariño, pero… era mucho más que eso.
Martin no le había dicho a nadie, perdió su estrella, no sabía dónde podía estar.
Kei entendió todo, y le dijo…
— Lo primero es que duermas, tienes que descansar.
— No puedo, estoy tan cansado que, aunque cierro fuerte los ojos y, me acomodo en la cama, no puedo dormir. — Le contestó casi llorando Martin.
— No te preocupes, todo tiene arreglo — le dijo Kei. Vamos a tu casa y, vas a ver que te duermes muy rápido.
Y dicho y hecho. Martin se acostó, Kei estaba en la ventana, mirando al cielo y… eso fue lo último que vio antes de quedarse dormido por primera vez en más de una semana.
Ustedes son muy inteligentes, seguro ya se imaginaron que Kei es mágico. ¡Tienen razón!, su magia es ayudar a los demás a dormirse y descansar, no importa si les duele la panza o, tienen problemas. Se despiertan listos para seguir adelante.
Eso le pasó a Martin. No podía creerlo. Cuando se despertó bien descansado, Kei no estaba, así que lo fue a buscar para darle las gracias.
Lo encontró en medio de la plaza, con algo brillante en las manos.
— Toma, por favor cuídala bien —, Kei extendió la mano, tenía una estrella nuevecita.
— ¿Qué, cómo! — Martin no sabía qué pasaba.
— No le digas a nadie, pero las estrellas te ayudan a que puedas entrar y salir del pueblo sin que te pase nada… ya sabes, llegar a dormir después de trabajar, salir de día aquí y que afuera sea de noche. Además de otras cosas más que no te debo contar —. Dijo muy serio Kei
— ¡Muchas, muchísimas gracias! —, Martin estaba asombrado, feliz y, con mucha curiosidad. — Pero… ¿cómo, cómo la hiciste?
— Esa es parte de la magia de El Pueblito en las Montañas. Todos los Beary, como fundadores del pueblo, podemos regalarles la estrella, que es un pedacito del cielo de aquí, para que siempre, no importando dónde estén, un cachito de casa, esté con ellos.
— ¿Y la qué perdí? ¿Si alguien la encuentra?, — Martin estaba muy preocupado.
— Cada estrella está hecha para quien la va a recibir, si alguien la encuentra, sólo verá una pequeña estrella plateada, como si se hubiera caído de una pulsera, — lo tranquilizo Kei. — Eso no quita que tienes que cuidarla y, no volver a perderla.
— Lo prometo, voy a poner mi pedacito de casa en una cadena, para que siempre esté conmigo.
Descansado y, lleno de mucha información valiosa y secreta, Martin salió a hacer trueques de dientes por sorpresas, como todos los días.