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Anna Guarró

Todos en el Pueblito en las Montañas están muy preocupados y asustados.

Llegó una enfermedad que los hace sentirse muy, muy mal y, que se contagia con facilidad.  Parece una gripa sencilla, pero no lo es.

El papá de Marcel, es el alcalde de El Pueblito en las Montañas y, después de hablar con el Concejo, decidieron que todos debían quedarse en casa, por lo menos hasta que supieran mas sobre esa gripa rara.

Así que todo se cerró: escuelas, oficinas, parques, papelerías.  De un día para otro, todos se quedaron en casa, en familia.  Las clases eran por computadora, el trabajo de los papás y mamás, también.

Había muy pocas cosas abiertas; las tiendas, mercados y, la panadería de los Bunny

Todos nuestros pequeños estaban asustados. Marcel les había contado cosas que escuchaba atrás de la puerta de la oficina de su papá. El problema es que como no escuchaba bien, muchas veces cambiaba lo que decían y, al platicárselos, empeoraba las cosas… era un teléfono descompuesto (no oyes bien cuando hablas y, se convierten en dos conversaciones diferentes).

Los pequeños eran quienes peor la llevaban.  No podían ir a la escuela, tampoco jugar en la calle, ni ir al parque, mucho menos juntarse con sus amigos.

Todo El Pueblito en las Montañas estaba apachurradísimo. Por eso, Annyanka habló con Kae y Marcel… por supuesto en una conferencia por la computadora.

— Tenemos un problemota, les dijo Marcel. Todos en El Pueblito (así le dicen ellos, porque la verdad, el nombre es muy largo), estamos muy agüitados y, por lo que dice mi papá, esto no tiene ni para cuándo acabar.

— ¿Te dijo o lo escuchaste?, porque luego nos pegas unos sustos con lo que “te dice”, le preguntó Kae.

— ¡Oh, pues! Lo escuché, pero aún así, necesitamos ayuda. Yo no me quiero levantar de la cama, Agus ya no vuela, Faus se come las uñas, Kei no puede dormir — dijo casi llorando Marcel.  Annyanka, ¿qué dice tu tía Anacleta, no tiene una poción que nos cure ya, ahorita?

— Todavía no, se pasa todo el tiempo trabajando en la cura — le contestó la brujita.

— ¿Entonces, porqué la junta secreta? Preguntó Kae.

— Porque yo también soy bruja y, aunque todavía no soy tan buena como la tía Anacleta, puedo hacer magia con mi Alacena de la Esperanza… pero necesito la ayuda de los dos.

— ¡Qué! ¿Alacena de la Esperanza? Gritaron al mismo tiempo Kae y Marcel.

— ¡Shhh! Nos van a escuchar. Si, tengo un montón de hierbitas, polvitos y cosas llenas de magia que, fue de mi abue.  Ella le puso así, porque decía que la esperanza es lo único que no debe faltar. Tenía razón, allí encontré algo que nos va a ayudar.

— ¿No nos vas a envenenar?, preguntó preocupado Marcel.

— No, lo que encontré en el libro de recetas es muy fácil. Pero, necesito que los dos me ayuden, les dijo la brujita.  Primero, Marcel… tienes que hablar con tu papá y, pedirle permiso para que me deje llevarles a todos un pan especial y, Kae, hay que hacerlo en tu panadería.

Los dos pequeños comenzaron a hablar al mismo tiempo, no se les entendía nada.

— Si se callan, me dejan explicarles. Les dijo muy seria.

Encontré un tipo especial de azúcar, es azúcar arcoíris, es de muchos colores y, dice que le da a cada uno lo que necesita… no sé muy bien lo que es eso, pero sé que es bueno.

Por eso, Kae, dile a tu familia que haga un pan en forma de corazón para cada uno de los que vivimos en El Pueblito — vamos a ponerle azúcar arcoíris y, tu, Marcel, pídele permiso a tu papá para que se los pase a dejar.  Dile que lo voy a hacer desde mi escoba, sin acercarme a nadie.

Los pequeños no estaban muy convencidos del plan de Annyanka, pero sabían que su magia era tan buena, que siempre salía bien. Así que convencieron a sus papás y, la brujita se pasó todo un día entregando, desde su escoba, a todos los habitantes de El Pueblito, su pan corazón con azúcar arcoíris.

¿Quieren saber qué magia pasó? A cada uno le dio justo lo que necesitaba, como decía el libro de recetas de la abu… por ejemplo: Agus comenzó a volar otra vez, Marcel se levantó de la cama, la tendió y salió a jugar con sus hermanos, Kei pudo dormir, Faus se dejó de comer las uñas.

Un poquito de azúcar arcoíris hace magia, en lo que la tía Anacleta perfecciona su poción para curar la gripa.