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Anna Guarró

Martin iba corriendo sin fijarse, así que chocó contra el Monstruo de la Guarda y, rodó por el pasto hasta caer en un arbusto.

El Monstruo también cayó al suelo, patas arriba. Imagínense sus ocho patitas de colores moviéndose tratando de levantarse, de no ser por sus manitas y ojos, se hubiera quedado así hasta que alguien llegara a ayudarlo.

Martin se levantó todo atarantado, pero fue con el MG (así le dicen todos, porque su nombre es muy largo), para servirle de apoyo y enderezarse.

— ¡Perdón!, le dijo Martin, pero iba tan emocionado buscándote, que no me fijé que estabas aquí… ¡vaya suerte! Mira que coincidencia.

— ¿Golpe de suerte!, le dijo MG riéndose y sobándose la panza al mismo tiempo.

— ¿Sabes que me acabo de cambiar?, ¿no?, — le preguntó Martin, sin esperar a que le contestara, porque la cara de MG le dijo claramente que no sabía de lo que hablaba.  Martin le explicó. — Hace unos días me cambié al viejo granero que está afuera de El Pueblito… (por supuesto que se refieren a El Pueblito en las Montañas).

— Pero está en ruinas, creo que hasta lo utilizaban como bodega todos los de El Pueblito, le dijo MG.

— ¡Si! Es increíble. Está lleno de cosas únicas y maravillosas. Todos los días descubro algo nuevo. Con todo lo que hay, nunca voy a dejar de sorprenderme. — Martin estaba emocionadísimo. — Es justo lo que necesitaba… mucho espacio, muchas sorpresas, mucho que investigar.

— Y mucho polvo, muchas telarañas, mucho que limpiar. — Como vemos, a MG no le gustaba la idea. — ¿Eso era lo que me querías contar?

— ¡No! Con el choque, se me olvidó porqué te buscaba. Encontré una sorpresa para ti, casi casi tiene tu nombre. — Martin lo jalaba del brazo para que fuera con él. — ¡Apúrate! Te va a encantar. Sé que te gusta la música… ¡camina!… me encontré algo que… ¡muévete!… es para ti…

Mientras hablaba lo empujaba al granero.

MG es muy calmado, pero hasta un santo tiene su límite. Así que se paró de golpe, con sus 8 patitas firmes en la tierra. Así no había cómo lo moviera nadie, menos el pequeño ratón de los dientes.

— O me explicas o, no me muevo.

— Sé que te encanta la música. — Le explicó Martin, respirando profundamente. — Me encontré un regalo para ti. Por favor, deja que sea una sorpresa.

Con esa petición, ¿qué podía hacer nuestro dulce Monstruo de la Guarda?

Cuando llegaron al granero, Martin lo llevó hasta atrás.  En una esquina había un viejo piano. Era un piano vertical antiguo, así se les llama porque son como un librero chico.

MG se le acercó y, con mucho cuidado, como si fuera una joya preciosa, porque para él lo era, lo tocó.  El barniz se le había caído hace mucho tiempo, pero se veía que su dueño anterior lo había querido mucho, porque las teclas estaban desgastadas, incluso, le faltaba un par. Pero fuera de eso y, todo el polvo que lo cubría, se veía hermoso.

MG sabe que la música tiene magia.  Dice que cada sonido con ritmo, te ayuda a sentirte mejor, te recuerda algo o a alguien especial, te hace bailar cuando quieres mover el cuerpo, te acompaña cuando estas triste y, muchísimas cosas más.

Por mucho tiempo estuvo buscando un piano, pero son muy caros. En el salón de fiestas de El Pueblito tienen uno, los domingos lo dejan tocar y, todos van a escuchar el concierto. MG dice que para eso tiene 8 patitas, para tocar mejor.

— Es tuyo, — le dijo Martin, — te voy a ayudar a arreglarlo… seguro aquí encontramos todo lo que necesitamos.

Al MG se le llenaron sus tres ojitos de lágrimas y, de inmediato se puso a trabajar.

No se desesperó, con toda la paciencia del mundo, pulió, barnizó, consiguió teclas y cuerdas nuevas, les llevó algunos meses en dejar el piano listo, pero, ahora, además de los conciertos de los domingos en el salón de fiestas, todos los días hay músico terapia en El Pueblito.

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