Anna Guarró
Tommy quiere aprender a volar, pero no tiene alas.
Tommy es un pequeño niño y, como sabemos, sin importar la edad o estatura, ningún humano puede volar solo. Necesita un avión, helicóptero, paracaídas u, otras cosas que lo ayuden, porque los humanos no tienen alas.
Eso no desanima a nuestro pequeño. Todos los días practica aletear (mover los brazos hacía arriba y abajo muy rápido) y, brincar. Si bien, cada vez salta más alto, siempre regresa a la tierra.
Su mamá está muy preocupada, no quiere que se lastime. Hasta ahora ha brincado de la cama, silla, mesa… pero, ¿y si un día decide tratar de saltar desde la ventana? No, no, no. Sin saber qué hacer, se lo contó a la tía Anacleta, una amiga bruja suya.
Tommy brincaba y aleteaba en el jardín, cuando llega volando Agustina, nuestra Agus Catarina. El pequeño la vio planear, para aterrizar junto a él sin ningún problema.
Primero, déjenme contarles que, Tommy nunca había visto una catarina mágica. Sabía que existía, la tía Anacleta se lo había contado, pero de saber a ver, hay de por medio una boca abierta y ojos como de platos.
— ¡Hola Tommy!… es falta de educación ver a la gente como bicho raro — le dijo Agus.
— Es que eres un bicho raro, — le respondió Tommy — seguro que eres la única bichita que es niña y catarina al mismo tiempo — trató corregirse, porqué supo que fue muy grosero.
Agus se le quedó viendo un rato, hasta que aceptó su disculpa con una sonrisa.
— Me mandó la Tía Anacleta, tu mamá está muy preocupada de que te vayas a lastimar Tommy, los humanos no pueden volar solos.
Al pequeño humano se le llenaron los ojos de lágrimas. Ya se lo habían dicho antes, pero viniendo de alguien con alas, suena… definitivo.
— Es que quiero ir a conocer El Pueblito en las Montañas — le explicó —. Todos mis amigos mágicos viven ahí… dicen que es muy bonito, con un lago, nieve en diciembre. Que a veces Santa se va a la Panadería Bunny a comer un pan con chocolate, están los Conejos de Pascua y…
— Para, respira — lo cortó la catarinita, porque estaba muy acelerado —. Ya entendí. Pero, te tengo otra mala noticia…
— ¡Además de las alas! — Tommy estaba muy triste —.
— Si. Solo hay dos maneras de que un humano vaya a El Pueblito — le explicó —. La primera y más sencilla para todos los niños es; en sueños. Los sueños son mágicos, por eso puedes ir siempre que quieras… tan sólo piensa muy fuerte en eso cuando te acuestas y, listo, al dormir estás en El Pueblito.
Tommy la miraba con cara de “eso no me gusta”
— La otra — continuo Agus, sin hacerle caso a la cara de enojo —, es ir con alguien que viva en El Pueblito. Y si, antes de que lo preguntes, tiene que ver con la magia, pero es la magia de los que fundaron el pueblo… no te la podemos dar.
Tommy estaba tristísimo. No había visto el brillo en los ojos de la catarinita.
— No me escuchaste… tienes que ir con alguien que viva ahí… ¿no! ¡Yo vivo ahí!
Al humano pequeño que no podía volar, no se le ocurría cómo podían llegar.
— La tía Anacleta me mandó — le dijo sonriendo nuestra Agus —, ella sabía para qué querías volar… no me mires así, es una bruja, sabe muchas cosas.
El pequeño brincó de gusto, ya sin aletear. Corrió a pedirle permiso a mamá y, en cuanto se lo dio, corrió otra vez con nuestra catarina, que lo abrazó fuerte antes de salir volando rumbo a El Pueblito en las Montañas.
No les puedo contar cómo llegó, porque es secreto. Pero, les puedo decir que, entre todas las cosas que hizo, fue tomar chocolate en la Panadería Bunny. No vio a Santa pero, Agus Catarina le prometió que lo iba a volver a invitar, además… siempre están los sueños para visitar a El Pueblito. ¿Te acuerdas cómo? Solo piensa mucho en eso antes de dormir y, seguro vuelas allá en sueños… nos vemos para tomarnos un cuernito con chocolate.