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Anna Guarró

Madi Koala y su familia son los encargados de todos los árboles de El Pueblito en las Montañas, hasta los de caramelos.

Como escucharon, en El Pueblito hay los árboles más extraños y deliciosos del mundo. Además de los de caramelos — hay de fresa, naranja, manzana, limón —, hay de gomitas, dulces y enchiladas. Hay un árbol muy especial que da un chocolate llamado rubí, porque es color rosa y, de sabor acidito. Hay de malvaviscos grandes y miniatura, de manzanas cubiertas de caramelo y de chile.

Por supuesto que hay árboles de manzanas normales, peras, papayas y, muchísimas otras cosas… ¿me puedes decir más cosas que se dan en árboles?

Pero hablemos de Madi. Todos los Koala son expertos en trepar a los árboles, tanto así que tienen su casa en la copa del más grande y, pachón. No es copa de vidrio, así se le llama a la parte más alta de los árboles.

El pequeño Koala es muy amigo de Annyanka, nuestra brujita. Ella es muy dulcera, le encanta tomar su escoba, volar a cosechar caramelos y gomitas de mango enchiladas… sus favoritas. Así que se encuentran muchas veces en las alturas, uno le pasa las golosinas, la brujita las pone en una cubeta amarrada del mango de su transporte volador.  Después de van juntos en la escoba para encontrarse con sus amiguitos y, disfrutar todos de lo que recolectaron ese día.

Con tanto viaje, a Madi se le ha metido el gusanito del aire.  Quiere volar como lo hace Annyanka, así que le va a pedir si le puede conseguir una escoba.

— ¡Hola, buenos días! — le dijo muy educado. Quiero volar igual que tú. ¿Me puedes ayudar a conseguir una escoba? Puede ser una usada, que ya nadie quiera

— ¡Ay Madi!, no puedo. De verdad me gustaría mucho — le dijo muy triste Annyanka —, pero nada más funcionan con magia…

— Pero yo también soy mágico —, la interrumpió —, también vivo en El Pueblito. Soy un Koala, hablo…

— No me dejaste terminar — lo calmó la brujita —. Sé que eres mágico, pero para tener y, volar una escoba, necesitas ser una bruja.  Cada uno tenemos nuestra magia especial, que funciona para diferentes cosas.  Por ejemplo, la tuya es perfecta para ayudar a que los árboles crezcan sanos y, den cosas únicas.

El koalita se fue muy triste, pero decidido a volar.

Trató de hacerse unas alas, pero no podía aletear rápido. Hizo un papalote enorme, pero el aire no lo ayudó a despegar. Fue cuando se le prendió el foco — así dicen cuando se te ocurre una idea brillante, como un foco—. Globos… esa era la solución… globos.

Primero probó inflando unos que tenía pero, como ustedes, mis niños inteligentes, saben, esos no flotan, ¿verdad? Madi no lo sabía. Se cansó de tanto soplarles. ¿Saben cómo se llama lo que tienen adentro los globos que flotan? Helio, suena muy bonito.

Cuando él supo que necesitaba esa cosa, que es un gas, tan especial, ahorro para comprarle todos los que tuviera el globero. Se tardó un tiempo juntando sus domingos, pero lo logró. Llevó la carretilla que usaban para las frutas de los árboles y, los amarró muy fuerte. Hizo un nudo con todos los globos en un chaleco, se soltó de la carretilla y a volar se ha dicho.  ¡Fue un éxito!

Pero, se dio cuenta que no tenía nadie con quien compartir todo lo que veía. Además… ¡no podía bajar, ni decidir a dónde ir! Como los globos eran empujados por el viento, también él. Comenzó a gritar y moverse, se tronaron unos globos y, le dio miedo.

Afortunadamente iba pasando Annyanka en su escoba — se le habían acabado las gomitas enchiladas e iba por más —.  Lo vio blanco, pálido y, muy asustado. Se acercó, Madi se sentó en la escoba. Fueron reventando los globos uno a uno, porque sabían que el plástico es malo para los animales y, lo tenían que recoger, hasta que no quedó ninguno.

La brujita lo llevó a su casa, Madi iba muy callado, hasta que le dijo a Annyanka… sé que hice una tontería, que estuvo mal y, todo eso, pero lo peor, es que no tenía a nadie que me acompañara, para ver lo bonito y, luego para que me ayudara cuando no sabía qué hacer. Mejor viajo siempre contigo, me gusta muchísimo más.

Annyanka sonrió, a ella le pasó algo parecido cuando comenzó a volar, pero eso, eso es otro cuento, para otro día…