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Anna Guarró

Lazy Bunny llegó a visitar a Tommy.

El pequeño estaba de espaldas y, traía una extraña diadema que le cubría los oídos.

La conejita pensó que debía ser mágica. Porque Tommy brincaba y, se sacudía, como si estuviera parado en un hormiguero. Movía los brazos, alzaba las piernas, ¡y gritaba! A veces entendía alguna palabra, lo demás eran cosas sin sentido.  A lo mejor era en otro idioma. Lazy había visto antes a Annyanka diciendo cosas extrañas para hacer pociones y, encantamientos, pensó que seguro eso estaba haciendo su amigo, aunque no entendía cómo… Tommy era humano. Seguro la diadema era mágica.

Esperó, temiendo arruinar la magia, se aburrió después de un rato. Tosió; dijo “perdón”, “oye”, “hola”; tocó en la puerta, en la pared; brincó en la cama… nada funcionó. Tommy no le hacía caso.

Cansada, se paró enfrente de él. El pequeño gritó asustado y, se bajó la diadema al cuello.

— Casi me matas de un susto, ¿por qué no dijiste nada?, — le dijo enojado.

— Llevo un ratote. Con tu diadema mágica no oyes. Hice de todo, pero ni siquiera volteabas — le respondió la conejita.

— ¿Cuál diadema mágica? — Tommy se agarró la cabeza.

— Esa que te acabas de bajar al cuello. La que tiene los hongos para las orejas.

— Son unos audífonos, — le explicó, tratando de no reírse —. Son para escuchar música y, no molestar a nadie.

— La música es para compartirse… ¡como un pastel! — Lazy estaba muy extrañada —. ¿Por eso te zangoloteabas así? ¿y las palabras extrañas?

— Estaba bailando — le dijo muy ofendido — y, cantando.

— Hmm… pero no se entendía nada y, si lo que quieres es no molestar a nadie, podrías “cantar” mucho más quedito.

Lxs pequeñxs tenían una seria diferencia de opiniones. Lazy que la música se disfrutaba mejor en compañía y, Tommy quería estar tranquilo, sin que nadie le dijera que tenía que bajar el volumen.

No se ponían de acuerdo. Defendieron lo que creían con tanta fuerza que, la mamá de Tommy lxs escuchó.

— Calmados. Les propongo algo… caminen un día en el zapato del otro — les sugirió.

— Pero… yo no uso zapatos — Lazy no conocía esa frase y, pensó que se lo decían tal cual.

— Quiere decir, que se pongan en el lugar del otro — les explicó —. Tommy, te puedes ir a quedar a casa de Lazy, para compartir su música. Lazy, te invito para que te quedes y uses los audífonos, igual que él lo hace.

Lxs peques cambiaron de lugar. Cuando se reunieron, platicaron lo que sintieron.

— ¿Cómo es que tu familia tiene una hora al día para bailar y cantar? — preguntó asombrado Tommy —, tienes razón, es más divertido hacerlo con otros. Me dejaron brincar en los sillones y, nadie dijo nada de mis bailes de “hormiguero”, como les dijiste.

— ¡A mí me encantó! — Lazy estaba maravillada —, Nunca había escuchado así la música, es como si estuviera en un concierto. Aunque, después de un rato, me dolieron los oídos… creo que le subí mucho al volumen. Tu mamá dice que haces lo mismo, por eso no me escuchaste.

— Vamos a hacer un trato — le dijo Tommy—. Te regalo unos audífonos, para que cuando estés estudiando o leyendo, escuches música y, nadie te moleste. Yo voy a hacer lo mismo

— Y, cuando queramos bailar, invitamos a todos — añadió Lazy.

Ahora los Bunny y la familia de Tommy, tiene dos nuevas tradiciones… estudiar y leer con música y, bailar en familia, para sacudir el cuerpo, como si estuvieran parados en un hormiguero.