Anna Guarró
Hoy es el día de la Gran Fiesta de El Pueblito en las Montañas.
Todos han ayudado, los que viven en el pueblo, en las montañas, en el Lago de la Luna y en el Bosque de las Brujas Sabias.
Unos hacen un pan de festejo, otros un pescado delicioso, unos cuelgan adornos… ponen de su parte, para que todos disfruten la fiesta.
Annyanka es la encargada de los fuegos artificiales. Hace unos días, descubrió en el Bosque, unos hongos mágicos, que no hacen ruido, ni huelen a pólvora. Están en medio, debajo del árbol eucalipto arcoíris más viejo. El truco es tomarlos con las hojas, porque si lo haces con las manos, salen disparados a iluminar el cielo.
Para poder recoger bien los hongos, se sentó en el piso, sin darse cuenta que había hiedra pulguienta, que es un tipo de hierba que hace que te pique todo, como perro lleno de pulgas. Se rascó con los dedos, con las uñas, trató de ponerse agua de rocío, pero nada la calmaba.
Aquí entra como sanador Noa.
Noa es un alacornio. ¿Qué es un Alacornio? ¡Es un unicornio alado! Son macro, mega, ultra, tera mágicos.
Como les contaba, Annyanka ya no aguantaba, sentía pulgas caminando por todo su cuerpo. Gritaba y lloraba. Tenía el cuerpo rojo de tanto rasguñarse. Eso fue lo que escuchó nuestro brillante amigo. Voló hasta Annyanka que, de la sorpresa, se quedó quieta. Cuando se iba a rascar la cabeza, Noa tocó sus manos. Era tan suave que, la pequeña bruja no pudo evitar abrazarlo. Cuando se dio cuenta, ya no tenía comezón, ni la piel roja.
— ¿Quién eres? — le preguntó asombrada, su tía Anacleta le había contado de los alacornios pero, nunca pensó ver uno.
— Soy Noa — le contestó, viéndola con cara de “no sé quién eres”.
— Perdón. Nunca pensé ver a alguien tan mágico como tú. Soy Annyanka — recordando el favor que le hizo, agregó —, gracias.
— De nada, es el peor caso de rasquiña que he visto. ¿Qué te pasó?
— Hiedra pulguienta… me senté en ella — comenzó a decirle, casi sin detenerse a respirar —. Es la Gran Fiesta de El Pueblito en las Montañas, celebramos su creación y, soy la encarga de los fuegos artificiales y, no quería nada que hiciera ruido, ya sabes, le hace daño a los animales y a los bebés, además, no quería que oliera fuerte, cuando encontré estos hongos rojos, supe que iban a ser un éxito, pero por despistada, no me fijé y, me senté en la hiedra, justo cuando llegaste estaba a punto de volverme loca. Pero, no me has dicho… ¿de dónde eres, por qué no te conocía, vienes con alguien?
Noa comenzó a reírse, primero quedito, hasta que no aguantó más y, comenzó a carcajearse, llorando de risa. Annyanka lo vio muy enojada.
— No te enojes — le dijo el alacornio, respirando profundamente —, nunca había oído a nadie hablar así de rápido. Además, no me has dejado decir nada.
— ¡Es cierto! — pero soltó un grito —, ¡es tardísimo! ¡y no traje mi escoba! La verdad, no soy muy buena volando entre árboles.
— Yo te llevo — le dijo Noa —. ¿Ya tienes todos los hongos qué necesitas?
— Si… muchísimas gracias. ¿Puedes volar y platicar?, prometo escuchar.
— ¿Podrás? — le dijo riéndose —.
Volando camino a la plaza, Noa por fin pudo hablar.
La verdad, estoy buscando un nuevo hogar. Me gusta estar con humanos, donde vive mi familia no se puede. Me encanta estar con los peques. Cuando me contaron de El Pueblito, vine a investigar. Además, necesito un gran árbol para hacer mi nido. Mi don, como te diste cuenta, es curar. Por eso debo ir y venir sin problemas. ¡No sé dónde voy a encontrar mi hogar!
En ese momento, aterrizaron en el centro de la plaza. Annyanka le pidió a Noa que la esperara tantito y, sin esperar respuesta, se fue corriendo con el alcalde, que estaba con el jefe de los Beary, los fundadores de El pueblito. Mientras le entregaba la bolsa con los hongos, el alacornio multicolor, la veía hablar igual de rápido que con él.
Cuando regresó, venía con una gran sonrisa. Lo invitó a la fiesta, pero traía cara de… “tengo un secreto”.
La noche llegó, todos estaban en la calle. Además de los habitantes de El Pueblito, había humanos… eso le encantó a Noa, pero no sabía cómo se podría quedar ahí.
Cuando iba a comenzar el espectáculo de los hongos de luces. El alcalde y, el anciano Beary, se les acercaron.
— Me dijo Annyanka cuanto la ayudaste — le dijo el alcalde.
— Y, que andas buscando un hogar muy especial — añadió el anciano Beary.
— Ella lo necesitaba y, si, pero… — les respondió Noa.
— Creemos que éste siempre ha sido tu hogar, pero hasta ahora nos encontramos — le dijo el anciano Beary, al tiempo que le puso un collar con una estrella al cuello —. Cuida esta estrella, es la llave para entrar y salir. Puedes traer invitados, confiamos en que sabrás elegir con quien compartir nuestro mundo.
— No entiendo — dijo Noa, casi llorando de emoción.
— Les dije que eras el nuevo habitante de El Pueblito — le dijo Annyanka sonriendo —. Cada año llega uno nuevo. Nunca sabemos de dónde o cómo va a venir, pero, sentimos la magia de inmediato… ¿no sentiste raro?
— Si — dijo sonriendo —, ¿dónde puedo hacer mi nido?
— En el Bosque de las Brujas Sabias, nada más tienes que elegir el árbol y, todos te vamos a ayudar a hacer el nido. Vas a tener vecinos, para empezar, yo.
Ya que El Pueblito tenía a todos sus habitantes, incluyendo el nuevo vecino Noa Alacornio, empezó el espectáculo de los hongos de luces artificiales.