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Anna Guarró

El Concejo de los Monstruos va a reunirse.

No tiene un tiempo fijo, ni lunes o martes, ni enero o febrero, ni éste año o el que viene. Ellos tienen una brújula mágica que les indica el momento exacto para nombrar un nuevo monstruo.

Hay monstruos para cada cosa.

Primero fue el de la Noche, después el del Fuego, siguió el de los Truenos. Hay para todo lo que se te pueda ocurrir, incluyendo el de los Celulares.

Después de tantos millones de años, se podría pensar que los puestos se acabaron, pero de vez en cuando aparece alguien que merece ser nombrado Monstruo.

Cuando aparece el indicado, la brújula mágica, que es como un reloj viejito con una sola manecilla, comienza a girar como loco.  Cuando se está quieto, señala al elegido. Es cuando todos los Monstruos saben que es momento de reunirse.

Para que el Concejo empiece a decidir, es necesario que el Monstruo de las Horas pare todo; la leche antes de caer al cereal, las gotas a mitad del cielo, el sol a punto de nacer, palomitas de maíz a punto de explotar, niños en plena carcajada.

Es cuando pueden llegar todos sin ser vistos, ni provocar alarma o miedo.

Se acomodan en sus lugares y la reunión comienza.

Es asunto serio que un ser humano se convierta en Monstruo.

Las juntas del Concejo no son fáciles.  Gruñidos, aullidos, silbidos, gritos. De no estar parado el tiempo, los seres vivos pensarían que hay un terremoto en todo el mundo.

Después de varios días de discusión, por fin llegan a la decisión final.

A partir de ese momento existe el Monstruo de la Guarda.  Su trabajo es cuidar. Por supuesto que debe ser inmortal, como todos. Además deciden cómo debe ser; azul, de tres ojos, un par de colmillitos, una larga cola y muchas patas.

Eso ocurrió hace mucho tiempo. El Monstruo de la Guarda es uno de los mejores del Concejo por que hace muy, muy bien su trabajo de Guardar.