Anna Guarró
El Conde Fidelio es de una rara raza de perros salchichas que son vampiros.
Son los perros que acompañan a los niños vampiro. Los cuidan y juegan con ellos.
El Conde es más especial aún, porque su comida favorita es el espagueti con albóndigas en salsa roja, no la sangre.
Pero lo que lo hace único, es su amor por los viajes.
Para elegir su próxima excursión, toma un montón de fotos de diferentes lugares del mundo, los avienta, y el que caiga en su mano es su siguiente destino.
El lugar que va a visitar ahora tiene un nombre muy extraño… San Andrés Mixquic, en la Ciudad de México.
Cómo el Conde Fidelio puede volar, no tiene que ir al aeropuerto. En un momento es perro salchicha vampiro, al siguiente, un murciélago orejón.
Llega a San Andrés Mixquic. Lo primero que descubre es que nada más le dicen Mixquic. Las calles están llenas de gente que cargan bolsas con comida, montones de flores naranjas y moradas, hermosos papeles cortados.
Llegó en la fiesta más especial de todo el año… El Día de Muertos.
Caminan a los cementerios. El Conde los sigue, de inmediato se siente como en casa.
La gente no lo ve raro, no los asusta. Dicen que es un Nahual, el guía de mundo de los muertos. Fidelio se convirtió en el Buen Nahual.
Descubrió que en el Día de Muertos, las personas que se fueron regresan a visitar a sus familias. No a asustarlos. Quieren ver cómo están, darles su bendición, y compartir la noche con ellos.
Como buen nahual, Fidelio ayudó a todos los que pudo.
Los cementerios se llenan. Adornan la tumba con papel picado, muchas velas, la comida y bebida preferidas de los que vienen. Fotos de todos los invitados.
Cada cosa que se pone en la ofrenda a los muertos tiene un significado, pero a Fidelio se le olvidaban algunos. Decidió disfrutar, para las dudas estaba google.
Estaba hermoso. La noche brillaba color naranja gracias a las velas y la flor de cempazuchitl.
De todas partes llegaban canciones, pláticas, risas. El Día de Muertos es una fiesta.
Fidelio el Buen Nahual vio una tumba abandonada. Nadie se debía quedar sin ser visitado. Pidió regalos para adornarla. Unos le dieron pan de muerto, otros calaveritas de azúcar, pulque, arroz, mole.
Puso su Altar de Muertos, como le llaman a la ofrenda. Decidió incluir a su tío Maximiliano, que tenía como cien años de muerto. Fue quien le heredó la capa.
Cuando todo estaba listo prendió las velas. El tío Max llegó, junto con el dueño de la tumba. Los tres pasaron una noche muy divertida, llena de historias de los dos mundos.
Al comenzar a amanecer, las velas de fueron apagando, la música dejó de sonar, las voces decían – nos vemos en un año –.
Fidelio se despidió de su tío.
Dejó del ser nahual, volvió El Conde Fidelio.