Etiquetas: amistad / creatividad / cuentacuentos / cuentos / historias / imaginación / infantiles / magia / ninios / niños / tradiciones

Anna Guarró

Llegó el Festival de las Luces al Pueblito en las Montañas.

Todos iluminan casas, negocios, árboles, postes y, cables, con cientos, no… ¡miles! de focos blancos.

Es una tradición que inició cuando la familia Beary fundó el pueblo.  ¡Imagínate qué tan antiguo es el Pueblito en las Montañas que no tenían electricidad! Para celebrar el día que bajaron de la cima de las Montañas, pusieron una vela en cada ventana de su casa, para invitarlos a ser vecinos. Así lo fueron haciendo todos los que llegaban.

Cuando llegó la luz eléctrica, se convirtió en el Festival de las Luces.  Comenzaron poniendo series como las de navidad en las casas y los aparadores. Al ir creciendo el pueblo, las luces iban ocupando árboles, postes, cables que atravesaban las calles.

Mañana es el aniversario del Pueblito en las Montañas, todos trabajan colocando series, revisando cables, cambiando focos fundidos. Todo parece ir muy bien, pero… de la nada, y sin ser época de lluvias, se desata una tormenta, que digo tormenta, ¡DILUVIO!, así, en mayúsculas. Todo el pueblo queda a oscuras. Todos dicen que no va a haber Festival de las Luces.

Pero hay un pequeño león que cree tener la solución.

Marcel es diferente a sus hermanos, a ellos les encanta jugar y ensuciarse sus melenas. Él prefiere estar tranquilo debajo de los árboles, leyendo, le encanta leer. Cuando descubrió la biblioteca del pueblo — es un lugar enorme lleno de libros que prestan, con la única condición de tener una credencial y prometer regresarlos a tiempo —, les cuento, la biblioteca se convirtió en su lugar favorito en el mundo mundial. Ahí conoció la historia del Pueblito en las Montañas y, de las primeras luces de bienvenida.

En la mañana del Festival, todos estaban en la plaza del centro, unos enojados, otros tristes, pero estaban todos los habitantes, chiquitos y grandotes.

Marcel no era muy valiente, pero cuando vio que no iba a haber Festival, se subió a una estatua y rugió por primera vez en su vida. Asombrados voltearon a verlo.

Con calma les explicó que en los primeros festivales, no había luz eléctrica, y lo hacían con velas.  Los vecinos estaban renuentes — que significa que no estaban muy de acuerdo en hacerlo así —. Pero los pequeños corrieron a sus casas, revolvieron cajones, despensas, todos los lugares en los que pensaron pudieran encontrar velas. Con hojas de papel hicieron cucuruchos (conos) y pantallas para evitar que el aire las apagara.  Corriendo por todo el pueblo, iban alumbrando la noche.

Marcel y todos los pequeños les recordaron a los grandes de qué se trataba originalmente el Festival de las Luces… de invitar a todos a ser vecinos en el Pueblito en las Montañas.