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Anna Guarró

Camino, más bien dicho, salto por todas partes buscando mi lugar.

Déjenme me presento, soy Uno, sí 1. El que inicia, el que comienza. El que no tiene par, el que siempre está solo.

Por eso busco mi lugar, trato de embonar en todas partes y veo que ocupo un solo espacio en el cuaderno de cuadros.

En el camino me encuentro a 2, que dice también estar solo, lo veo y si, efectivamente, es un solo espacio.

Saltando, de cuadro en cuadro, encuentro a 3, que es casi casi un 8, pero le faltó cerrar los círculos. 4 es muy raro, a veces parece silla de una pata, y otras, antena parabólica. 5 se siente algo menos que 6, porque 6 tiene la pancita cerrada. 7 es recto y formal. 8 es el único satisfecho, sus círculos siempre parecen que acaban de comer. 9 me dice que es un 6 caído en desgracia.

– Esperen, – volteamos al escuchar el grito – se olvidan de mí, siempre lo hacen. ¡Claro!, es 0. Yo estoy más solo que nadie.

En cuanto dijo eso, todos empezamos a hablar al mismo tiempo, quejándonos del cuadro del cuaderno que ocupamos.

De repente, el cuaderno se sacude harto de nuestros quejidos todos nos revolvemos, 7 pierde la formalidad cuando termina de cabeza y se convierte en algo así como esto L… no sabemos que sea.  3 cae encima de 8 y grita – “Mis pancitas están completas”.  0, conmigo atrapado en su centro, se cree un 8.  Todos tenemos dolor de cabeza al tratar de encontrarle sentido a tanto círculo y raya.

Durante de la sacudida, descubrimos que estamos cayendo del cuaderno de cuadros a la mesa.

Ya que pasa el mareo, y nos tranquilizamos, nos desenredamos para ver si no nos falta un trazo. Poco a poco, comenzamos a ver cómo estamos acomodados… ¡Es un desfiguro!, primero está 5, luego 7, hay un espacio grande y yo, el 1, estoy entre 9 y 4, en otro lado de la mesa están 2,6,8 y 0. 3 está solito y se pega a 7.

– Nos podemos mover y juntar unos con otros – grita 7, al darse cuenta.

Así que ahora soy a veces 19, 31, 517, o hasta números mucho más grandes.