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Anna Guarró

Bianca está sentada frente a la hoja deteniéndose la cabeza con las manos. Tiene tarea de matemáticas y no entiende nada. En la hoja de cuadrícula todo esta rayado, tachoneado con lápiz, y pluma.  Lleno de borrones, para ver si algo tenía sentido. De repente, los números, las rayas, la cuadrícula, los borrones, todo lo que está en el papel, comienza a moverse.

Se hace para atrás y piensa: “Ahora sí, oficialmente me estoy volviendo loca”. La narradora, o sea, a yo, eso hace que me pregunte si algo raro le había pasado antes… hmmm.

El papel empieza a girar — Nada más falta que la hoja me jale para parecer película de miedo — dice en voz alta.

La hoja comienza a arrugarse, a cambiar de forma.  Todo lo que tiene escrito se sale, la cuadrícula se desliza como una red. Bianca no puede dejar de verlo, sin darse cuenta, poco a poco, va acercándose a toda la mesa con el papel, la tinta, los números, rayas y demás cosas que salieron de la hoja.  Parece que la arrugada bola de papel va tomando forma de algo. La red que formó la cuadrícula la rodea.

— Parece que la quiere atrapar –, vuelve a decir Bianca, sin darse cuenta que está hablando en voz alta… como en una película.

La nueva forma hecha por el papel trata alcanzar a Bianca, pero la red no la deja. Bianca reconoce la forma que toma la hoja apachurrada y vuelve a hacerse para atrás.  Parece que baila; brinco atrás cuando todo comenzó a moverse, pasito adelante cuando la hoja se arruga, atrás al reconocer qué se estaba formando y, nuevamente adelante porque la red estaba ganando, salto enorme para atrás cuando los borrones atacan la red liberando a la cosa de papel.

Lo manchones, que por lo visto están defendiendo a Bianca del papel, se van sobre los borrones, desapareciéndolos. La red se lanza sobre el papel, y eso parece darle valor a las rayas, números, signos de más, de menos, de multiplicación y hasta los de división. Todos caen sobre el papel y, gracias al peso, lo van aplanando.  La silueta que hizo que Bianca brincara, desaparece. Las arrugas y pliegues quedan planchados, la red vuelve a ser cuadrícula en el papel, los número quedan en orden, los símbolos se acomodan donde siempre debieron estar, la tarea tiene sentido y, sin borrones ni manchones.

Bianca toma la hoja, la guarda bien acomodada entre un libro y, entre asustada e intrigada, saca la tarea de español.