Etiquetas: cuentacuentos / cuentos / historias / imaginación / infantiles / ninios / niños

Anna Guarró

La tía Anacleta es grande, muy grande, o como muchos dirían, viejita.

Es tía de Annyanka. Así que como comprenderán, también es una brujita.

A la tía Anacleta le encanta hacer pociones para curar la gripe, y ahora que apareció el Covid, se pasa día y noche, noche y día, echando cosas a su caldero y dándole vueltas.

Un caldero es una olla redonda grandota, que se pone en una fogata.  Es la manera perfecta para hacer pociones.

La tía Anacleta echa agua de lluvia, flores amarillas, le mueve. Luego unas semillitas, vuelve a moverle.  Primero tres vueltas a la derecha, luego cinco a la izquierda. Todos esos trucos son importantísimos.

Además de lo normal como flores, semillas y raíces, las brujas usan cosas mágicas que nada mas ellas pueden encontrar, como escamas de dragón, verrugas de sapo, plumas de pegaso y pelo de unicornio, las cuales son necesarias para que las pociones funcionen.

Tanto tiempo lleva la tía Anacleta tratando de encontrar la poción perfecta para curar al Covid, que no ha descansado nada.  Es muy peligroso, sobre todo si uno trabaja con fuego.  Tan cansada está, que cuando lleva una charola con el polvo de hadas que Carlota Feé le consiguió, se tropieza con una piedra y PIM PUM PAM, todo sale volando.  La charola con el polvo cae en la fogata, que sube sus llamas y echa a perder la poción.  La tía se detiene con las manos, pero su sombrero se le sale de la cabeza y cae en el caldero.

Les voy a contar un secreto.  El sombrero es muy importante para una bruja.  Está hecho especialmente para cada una.  Se los dan cuando entran a la escuela.  Gracias a ellos pueden convertir cosas sencillas en algo increíble y fantástico. El sombrero de una bruja es tan importante, que comen con él, se duermen con él, hasta se bañan con él.  Por eso siempre los ves tan maltratados.

La tía Anacleta llevaba muchos, muchos, muchísimos años con su sombrero, y al verlo deshacerse adentro del caldero, se pone a llorar tan fuerte que Annyanka llega corriendo para ver que había pasado.

Al ver todo ese tiradero, la trata de calmar, pero la tía se va  llorando tan fuerte que todos los animales salen corriendo.

La tía Anacleta está tan triste, que decide irse y nunca volver. Así que sin siquiera despedirse hace sus maletas, cierra su casa.

Después de unas horas de caminar, se da cuenta que todo le recuerda a su compañero de magia; el viento, las piedras, los árboles, las flores.  Y piensa, muy inteligentemente — No tengo mi maravilloso sombrero, pero sigo siendo bruja —.  Así que deshace el camino y se va directo al caldero para seguir buscando la poción para curar el Covid.

Cuando llega, se da cuenta que Annyanka había limpiado todo.  Además, la está esperando con Carlota Feé, la hadita, con una gran caja de regalo. Al abrirla, la tía Anacleta se encontra un nuevo y hermosísimo sombrero de pico… un sombrero de bruja.

Annyanka le cuenta que cuando limpiaba el caldero, encontró en el fondo un pedacito de tela del sombrero.  Lo tomó y fue corriendo a buscar a Carlota Feé.  Entre las dos juntaron telarañas, capullos de mariposa, bolas de algodón y flores moradas. Revolvieron todo con el pedacito de tela que se salvó. Con la magia de las dos, todo se fue uniendo, creciendo, tomando forma, hasta que el nuevo y hermoso sombrero de bruja apareció.

La tía Anacleta vuelve a llorar, pero ahora de alegría,

De inmediato se pone su sombrero, que le queda muy bien, porque es perfecto para ella.

La tía Anacleta, su sombrero nuevo y el caldero, se ponen a trabajar otra vez. Porque si las cosas no salen a la primera, hay que seguir tratando y nunca abandonar.