Tags: amistad / creatividad / cuentacuentos / cuentos / familia / familias / historias / imaginación / infantiles / llanto / magia / miedo / ninios / niños / tristeza

Anna Guarró

Tommy está callado sentado junto a sus juguetes.

Tommy es un pequeño, pero lleva unos días muy extraño. Cuando le preguntan qué siente, no sabe qué contestar.

A veces grita, a veces llora, pero la mayor parte del tiempo se queda callado.

Una noche, cuando Annyanka aterrizó en el jardín de la abuela de Tommy, para recoger unas hierbas que necesita para una poción, se quedó asombrada. Lo primero que vio fue que el hermoso jardín de hierbas estaba descuidado, lleno de hierbajos que estaban matando las buenas plantitas.  Estaba tratando de ver cómo poder arreglar todo y así, conseguir las hierbas que necesitaba, cuando escuchó un llanto quedito en el invernadero.

Con mucho cuidado para no ser descubierta, buscó a quién lloraba… era Tommy, acostado en el sillón pachoncito de la abuela.

Annyanka se acercó, pero el pequeño la vio y corrió. El sentido mágico de nuestra brujita le hizo pensar que Tommy necesitaba de un amigo suyo muy especial. Olvidándose de las hierbas y su poción, tomó su escoba para ir por alguien único.

A la mañana siguiente, muy temprano, Tommy entró con mucho cuidado al invernadero, anoche se había llevado un susto muy grande al ver a una niña bruja, porque fue clarísimo que era eso … tenía sombrero de pico, escoba, estaba buscando hierbitas en la noche, más claro ¡ni el agua!

Pero no había sido su imaginación, la brujita estaba sentada en el sillón y, no estaba sola, junto a ella estaba ¡un monstruo!

— Hola. Soy Annyanka, ¿cómo estás Tommy?

— Ta… ta… ta… — Tommy no podía hablar.

— ¿Sabes que soy una bruja? —, le preguntó Annyanka.

— ¡Da!, le contestó Tommy.

— Es una respuesta bastante grosera, pero por ahora la voy a pasar por alto, pero nunca ofendas a una bruja… nunca sabes de qué humor la vas a encuentrar — le dijo muy seria.

— Perdón, pero se nota en tu ropa, tu sombrero, tu escoba. — Le respondió el pequeño, sin querer hablar sobre el monstruo en el invernadero, aunque no dejaba de verlo.

— Vengo seguido, porque tu abuela tiene las mejores hierbas para mis pociones —, le contó Annyanka.

En ese momento a Tommy le cambió la cara, se puso serio y se calló. Ya se iba, pero se detuvo cuando el monstruo le dijo a la brujita — Tenías razón, debía venir.

— Tommy, Monstruo de las Emociones. Monstruo de las Emociones, Tommy, — sobra decir que Annyanka los presentó.

— ¿Qué? ¿En serio? ¿No es una broma! — Tommy no lo podía creer—. Yo pensaba que los monstruos eran algo que asustaba, que eran para espantar o amenazar a los niños.

— ¡Bah! Eso es mala publicidad, — le dijo entre serio y divertido el Monstruo de las Emociones.

— Mostruo de la Emociones, tienes un nombre muuuy largo y extraño— se burló Tommy.

— Es Monstruo, con N. Yo no te digo nada de tu nombre cortito, — le contestado medio enojado el Monstruo —, pero a lo que venimos. Sabemos que tienes algo.

— No les importa, — Tommy estaba muy alterado, a punto de salir corriendo.

— Espera, — le pidieron el Monstruo y Annyanka al mismo tiempo.

— Queremos ayudarte, — le dijo la dulce brujita, mientras continuaba explicando. — El Monstruo de las Emociones tiene 5 cuernos, de 5 colores, que son las 5 emociones que tenemos todos.

— Verde Calma, Amarillo Alegría, Azul Tristeza, Rojo Enojo y, Negro Miedo. Le dijo el Monstruo. — Cuando estoy contigo, te ayudo para que puedas decir, sin palabras, lo que sientes, sólo con ponerme el cuerno.

— Eso no sirve para nada —, Tommy pensaba que eso era brujería.

— Vamos a hacer algo, — le propuso el Monstruo. — Me quedo contigo unos días y probamos.

— ¡Todos se van a asustar cuando te vean! — Tommy se preocupó por el Monstruo. — Te van a hacer daño.

— No, — lo tranquilizó Annyanka. — Cuando lo vean va a ser un amigurumi. Los amigurumis son criaturas mágicas que están ayudando a alguien, pero se hacen muñequitos tejidos para que los adultos no se espanten. Todo va a estar bien.

— No, no va a estar… — Tommy bajó la cabeza, comenzó a llorar.

El Monstruo de las Emociones lo abrazó y, Tommy le puso el cuerno azul.

Ninguno de los dos escuchó los pasos, pero Annyanka sí, por eso se escondió.

Cuando la mamá de Tommy llegó, lo vio abrazando a un muñeco con un cuerno azul.

— Todo va a estar bien Tommy —, le dijo.

— No, abue está muy mal — y, le puso al Monstruo de las Emociones el cuerno negro.

Mamá, Tommy y el Monstruo de las emociones se fueron del invernadero.

Annyanka salió de su escondite con una sonrisa.  En la noche iba a regresar para limpiar el jardín de hierbas.  A la abuela no le iba gustar encontrarlo mal… acuérdense, después de todo, ella era una muy buena brujita.